Jose M. Botía. Servicio de Formación. CPBA
Para entender la historia de este elemento tan característico, hemos de comenzar recordando que los primeros parques de bomberos municipales ya prestaban servicio como tales a mediados del siglo XIX, y que, por tanto, contaban con escuadras de caballos o mulas que tiraban de los carruajes en los que se desplazaba el personal y el material de extinción (bombas manuales e incluso bombas a vapor). Esta situación continuó hasta bien entrado el siglo XX en muchos lugares del mundo, hasta que, de forma paulatina, fueron sustituyéndose los carruajes por autobombas movidas por motores de combustión.
En otro artículo sería interesante hablar sobre esas primeras bombas y esos primeros carruajes en las que las transportaban, los diferentes tipos de carruajes, de dónde vienen y cómo funcionaban, pero el caso que nos ocupa hoy es la trascendencia que estos tuvieron en el desarrollo arquitectónico de los parques.
Un aspecto importante de aquellos primeros parques era el cuidado de los animales, por ello todos los parques disponían de un establo en la planta baja comunicado con la cochera; cuando no era la misma estancia, para facilitar las labores de enganche de los animales. Y, como no, de un almacén de paja de heno para alimentarlos durante el invierno.
Estos aspectos dieron lugar a un elemento presentes en los parques de bomberos americanos, y que después se han ido trasladando al resto de parques de bomberos del mundo: los tubos de descenso.
Debido a la presencia de caballerías, los primeros parques de bomberos normalmente se disponían en una planta, pero con la introducción de las máquinas de vapor, además de tener que cuidar los caballos, había que llevar a cabo el mantenimiento de las calderas del parque para el precalentado de las bombas de vapor, hay que poner a punto las bombas y sus calderas, etc. cuestiones recurrentes que hicieron necesaria la presencia continuada del personal en los parques; primero a través de voluntarios que acudían al parque para realizar dichas tareas, sobre todo en la tarde-noche, y posteriormente en la configuración de plantillas profesionales en turnos de 24h que generaron la necesidad de introducir estancias para albergar al personal toda la jornada, lo que incluía cocinas y dormitorios e incluso en algunos sitios (como París), viviendas para los propios bomberos. De esta forma, los turnos de profesionales de guardia las 24h favorecieron la configuración típica en tres plantas:
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Planta baja, con las cocheras, calderas y establos.
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Una primera planta, con las estancias de los bomberos.
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Una segunda planta, con el pajar.
Para entender un poco mejor por qué se establecieron turnos continuados de 24h, hemos de saber qué tareas se llevaban a cabo durante las mismas de forma previa a las salidas; sobre todo, las más importantes en este aspecto, fueron las dos primeras:
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Mantenimiento de las calderas del parque (para el precalentado de bombas).
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Control del precalentado de las calderas de las bombas (para tenerlas lo más preparadas posible para salir a trabajar y evitar también posibles congelaciones que provocarían serias averías) así como mantener las conexiones rápidas entre la caldera principal y las bombas.
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Cuidado de los caballos y los arreos, sobre todo los arneses de enganche rápido de los caballos.
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Gestión de la paja de heno.
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Cuidado de los perros (mayoritariamente dálmatas).
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Limpieza y mantenimiento del parque.
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Etc.
Al salir a un incendio se debían enganchar los caballos, desenganchar las conexiones rápidas de precalentamiento, seleccionar a los perros de acompañamiento, poner en marcha la caldera de la bomba que sale al incendio e ir operando el sistema durante el camino para garantizar su estado óptimo a la llegada. Al llegar al lugar, se desenganchan los caballos y se alejan del ruido insoportable de la bomba de vapor; dejando a los perros a su cuidado, se busca suministro de agua que garantice el abastecimiento del tanque, se conectan las mangueras y se dispone la estrategia de ataque al incendio que se considere más conveniente según las circunstancias. Una vez terminado el incendio se recoge todo el sistema y se corta el suministro de la caldera para desactivar la bomba. Se vuelven a enganchar los caballos y se regresa al parque, poniendo en marcha todas las operaciones de mantenimiento para dejar los equipos listos para una próxima salida:
- Control de las existencias de carbón así como la reposición en las carboneras de las bombas.
- Limpieza de calderas y motores de vapor tras cada incendio.
- Vaciar las bombas tras el incendio haciendo uso de la presión de vapor, y posteriormente limpiar y reponer el agua del tanque sustituyendola por agua dulce.
- Limpieza de mangueras y su colocación en los carretes.
- Alimentación y cuidado de los caballos y los perros.
- Etc.
En otro artículo hablaremos de la importancia de los dálmatas, aquí reflejados de manera anecdótica, pero que tuvieron gran importancia en estos momentos históricos del desarrollo de los cuerpos de bomberos.
Voviendo a la configuración de los parques, para acceder a las estancias superiores, los primeros parques contaban con escaleras rectas convencionales. Algunos heraldos de la época cuentan que los bomberos se deslizaban por los pasamanos de las escaleras (tal como hacen los marineros), y que por ello se parafinaban habitualmente.
Como hemos dicho, el heno de reserva para el invierno se almacenaba en la planta superior para evitar humedades, y los bomberos hacían vida en la planta intermedia, en la que almacenaban su propia comida; con lo cual era muy frecuente encontrarse con un caballo o una mula que, siguiendo su olfato, había subido “a ver lo que encontraba por ahí”.
A pesar de los intentos de colocar puertas en los establos y cancelas en las escaleras, muchos de estos caballos lograban subir por ellas; con frecuencia los bomberos, con las prisas de salir, dejaban algún resquicio libre, o los caballos directamente saltaban las cancelas, o incluso las rompían dándoles coces, por lo que los nuevos parques comenzaron a construirse con escaleras de caracol para evitar en la medida de lo posible las sorpresas a su regreso. Por este motivo, a mediados del S.XIX se fueron instalando escaleras de caracol en los parques, a la vez que se condenaban o retiraban las antiguas escaleras convencionales.
A pesar de que el problema del acceso de la caballería a la primera planta parecía haberse solucionado, las propias escaleras de caracol suponían un problema a la hora de bajar a la cochera tras la llamada de emergencia, habiendo muchos accidentes y problemas derivados de tener que bajar de forma rápida dichos elementos tan estrechos e inclinados. Debido a ello, a alguien se le ocurrió sustituirlas por toboganes metálicos (rampas de descenso), así que se empezaron a instalar en algunos parques en aras de facilitar el desplazamiento y la seguridad de los bomberos, e incluso se utilizaron para dejar bajar por ellas los fardos de heno hasta la planta baja. No obstante, la instalación resultaba difícil en muchas ocasiones y el presupuesto era considerable, ya que por entonces se fabricaban completamente a mano. Además, no todos los departamentos vieron conveniente hacerlo a pesar de las reivindicaciones de los bomberos, así que durante bastantes años se mantuvieron las escaleras de caracol.
Volviendo e nuevo a las caballerías, el heno que servía de alimento lo transportaban y estibaban los mismos bomberos en sus carruajes, y al llegar al parque emplazaban el carro en la cochera y daban comienzo las labores de desestibado y almacenaje en la planta superior. Con frecuencia había que desmontar el estibado del heno en el carro e ir subiéndolo poco a poco a la segunda planta, y los bomberos; sobre todo los novatos, eran los encargados de hacerlo, por lo que era previsible que fuesen desarrollando destrezas e innovaciones en este tipo de tareas, como así fue.
En 1878, en un parque de Chicago (Motor Company nº 21) el bombero novato George Reid se encontraba sobre uno de los carruajes de transporte de heno realizando las labores de desestibado junto a su capitán David B. Kenyon, cuando de repente sonó la alarma. El bombero se deslizó por un poste de la cochera (un pilar redondo) llegando al suelo muy rápidamente.
Aquello parecía tener muchas ventajas: era muy rápido, acorde con la preparación física del bombero y además mucho más barato y fácil de instalar que las rampas, así que el jefe Kenion convenció al jefe del Departamento de Bomberos de Boston para dejarle hacer un agujero en la planta superior e instalar un poste que cruzase hasta el techo de la primera planta en el propio parque de la compañía 21. Este primer poste se fabricó de viga de pino de Georgia, con 8 cm de diámetro, al que dieron varias capas de barniz y una capa de parafina para facilitar el deslizamiento.
Las escaleras de caracol se podían mantener, pero únicamente para subir y bajar en situación de normalidad, pero en caso de emergencia el descenso se podía hacer de forma más rápida por el tubo.
Después de ser el blanco de muchas bromas por parte de otros parques, el Departamento de Bomberos de Chicago se dio cuenta de que la compañía 21 era por lo general la primera compañía en llegar cuando se la llamaba, especialmente por la noche. Y aquello se relacionó rápidamente con la instalación de aquel sistema de descenso. Así que el Jefe del Departamento dio orden de que los postes se instalasen en todos los parques de bomberos de Chicago.
Hasta 1880 los postes siguieron fabricándose en madera, pero eso hacía necesario llevar un buen mantenimiento y el frecuente parafinado. El resecado de la madera y el frecuente astillado daba problemas, así que ese año se instaló el primer tubo de latón en el Departamento de Bomberos de Boston, dando tan buenos resultados que a partir de ahí los postes de madera fueron siendo sustituidos por tubos metálicos
La proliferación de los tubos en los parques de bomberos americanos llegó a Europa a finales del S.XIX y paulatinamente se fue extendiendo por el resto de cuerpos de bomberos del mundo y aún hoy día siguen siendo instalados en parques de nueva construcción.
Cabe mencionar en muchos lugares de España se les llama “cucaña”. Esto se debe a que para cuando aparecieron los primeros postes de descenso de madera en España, aquí ya se conocía desde hacía siglos el juego de la cucaña, que consistía en trepar por un palo ensebado en cuyo punto más elevado se habían colocado algún tipo de premio (normalmente roscas, carne, etc.). Francisco de Goya representó en 1787 una de estas cucañas; el parecido entre una cucaña y un poste de descenso es notable, y era inevitable que, a falta de un nombre específico, se produjera una asociación entre ambos elementos.
Si bien los tubos de descenso supusieron una clara mejora en el acceso a las cocheras, no estuvieron exentos de problemas, produciéndose caídas con consecuencias incluso graves, de manera que los tubos fueron añadiendo elementos de seguridad, como las colchonetas en su base, barreras de protección en su acceso e incluso en todo su recorrido. Hoy en día, en muchos países la legislación en materia de PRL pone en duda el uso de este tipo de elementos, y muchos parques incluso han vuelto a instalar modernas rampas de descenso que, a modo de toboganes, permiten acceder a las cocheras de una forma rápida y más segura.
Por otro lado, la desaparición de las caballerías supuso un cambio importante en la configuraciòn de los nuevos parques. No se necesitaban cuadras y los vehículos a motor podían maniobrar fuera y entrar a las cocheras debidamente posicionados, ahorrando espacio interior, además, ya no necesitaban almacenar heno. A partir de los años 30 los parques de una sola planta, o de dos plantas, comenzaron a imponerse poco a poco, sin embargo, los postes siguieron instalándose, sobre todo por tradición, en aquellos que contaban con varias plantas, incluso ya entrado el SXXI.
De aquella época seguimos conservando fundamentalmente dos cosas: el horario de 24h y los tubos de descenso. Hoy en dìa el uso de los tubos está bastante limitado, ha retornado el uso de las escaleras, y con ello los accidentes parece que están cobrando fuerza de nuevo…
A pesar de que las escaleras parecen imponerse, los tubos de descenso siguen estando presentes en buena parte de los parques de bomberos del mundo, y puede que todavía estén mucho tiempo con nosotros, pero ¿volverán a tener el protagonismo de antaño?
Departamento de Prevención, Formación e Investigación – CPBA